18 de septiembre de 2018
El mensaje de la Salvación llenó de alegría los corazones de los niños y de los jóvenes que compartieron con ellos el Evangelio.
El pasado domingo 9 de septiembre, un grupo de jóvenes de la Iglesia Buenas Nuevas Quito preparó sus maletas y viajó hasta las ciudades de Cañar y Guayaquil con una consigna: compartir el evangelio con todos los niños que puedan convocar.
Con una sonrisa y la esperanza de ver cómo trabajaría Dios en su travesía, llegaron a Cañar, y ya en la sede la Iglesia Buenas Nuevas de esta ciudad prepararon todo lo necesario para inaugurar el “Campamento de Niños Soñadores”. Repasaron las mímicas y danzas con las que capturarían la atención de los más pequeños, diseñaron con una cortina un espacio para montar la obra de títeres a la que titularon “Naamán, el general que era leproso” con la que explicarían a los niños el trabajo de Jesucristo en sus vidas, y prepararon premios y algunos materiales para hacer manualidades con ellos.
Todo parecía estar listo, pero faltaba lo más importante: anunciar a todos los niños de los alrededores que eran los invitados especiales de este evento. En esta tarea apoyaron los hermanos de la iglesia, quienes no solo enviaron a sus hijos al Campamento sino que también invitaron a los hijos de sus familiares, vecinos y amigos para que no se perdieran la oportunidad de participar en este “banquete” espiritual.
Al día siguiente, los jóvenes estaban expectantes, orando para que los niños que Dios había preparado lleguen a la Iglesia y escuchen el Evangelio. La esperanza que aguardaban era que a través de los niños, sus padres lleguen a conocer la palabra y reciban la Salvación.
Entonces vieron llegar uno a uno a cerca de 20 niños, de distintas edades. Así empezó un tiempo muy hermoso, para los pequeños y para los jóvenes maestros. Algo similar ocurrió cuando los jóvenes tomaron sus maletas y continuaron su viaje hasta Guayaquil. El mismo entusiasmo, el tiempo para orar pidiendo a Dios que trabaje a través de ellos, y la alegría de los niños que, a medida que jugaban y escuchaban el Evangelio, transformaba sus rostros y corazones.
Tanto en Cañar como en Guayaquil, los niños aprendieron juntos la danza “Airplane”, hicieron varias mímicas entre ellas la llamada “Sea quien sea” donde pudieron participar de manera voluntaria, y con sorpresa conocieron, a través de un teatro con títeres, la historia del general Naamán, quien siendo leproso pudo ser sanado cuando acudió al siervo de Dios y, bajando su corazón y descubriendo su lepra, se bañó siete veces en el río Jordán. Así, algunos niños recibieron la salvación.
También realizaron pequeñas dinámicas, manualidades y a quienes respondían correctamente a algunas preguntas sobre el teatro de títeres, se les entregaron premios sorpresa.
En Cañar, el grupo de jóvenes visitó una escuela comunitaria del barrio Tambillo donde realizaron el mismo programa, logrando así que el Evangelio llegue hasta más niños.
El campamento de niños “Soñadores” llevó a muchos niños la felicidad y esperanza que solo la Palabra de Dios es capaz de dar, y llenó de agradecimiento el corazón de los jóvenes que, una vez más, pudieron ver la obra de Dios.